martes, marzo 25, 2008

BOMBILLAS

Desde pequeña la sensatez le llegaba por la noche, y en esos instantes de duermevela, cuando la luz se apaga y se encienden los miedos. Entonces aparecían Manuel y Felisa.
Manuel era un fantasma de sabana blanca y ojos oscuros.
Felisa, tarántula peluda de andar sigiloso.
Ya eran tan frecuentes, conocidos. Tal era su asiduidad entre sus desvelos que pasaron a ser Manolito y Feli.
Compañeros de sabanas y almohadas.
Cuando quería sentirse sola simplemente encendía una bombilla, aunque fuera imaginaria. Manolito y Feli entendían que el tiempo de asustar había concluido.
De mayor, de mas mayor, mejor dicho, la sensatez le llegaba con cuenta gotas y le acompañaba el encendido de alguna bombilla.
Algunas tenían más vatios otras menos pero a todas les acompañaba alguna idea y la energía necesaria para ponerla en práctica.
Así aparecieron inútiles inventos, tonterías mayúsculas, manubrios con o sin manivela, isocarros varios,… también cuatro o cinco curiosos artilugios, estéticos a veces, prácticos en ocasiones y mejorables siempre.
Cada vez que daba por concluida una de esas creaciones notaba la presencia de un ser pálido, sin ser fantasmagórico, y de pegajosos hilos sin ser arácnido. Que con cotidianidad y modo anodino repetían.
“Que bueno, nos deberías pasar una fotocopia de esto tan chulo”
El silencio eclipsaba las miradas. Una luz rompía las tinieblas gritando en su cabeza. “para que querrá una fotocopia, si las ideas en papel se secan”
Se imaginaba los papeles colgando de una gran red de araña, entre tinieblas tenuamente iluminadas por un candil que sujetaban los pálidos sujetos.
Como la mejor forma de ahuyentar nuestros miedos es ponerles nombre, a los cotidianos seres acaparadores de ideas ajenas les llama Recojones.
Y aunque le siguen asaltando y fotocopiando sus ideas, pues nuestros miedos nunca duermen, sabe que nunca sabrán que hacer con ellos y que después de una bombilla siempre le vendrá una idea.